Como hemos visto, para innovar o para que surja la idea de la innovación lo que se necesita es un docente motivado. Ganas de enseñar actitudes positivas y regeneradoras que hagan que todos, alumnado y educadores nos sintamos mejor. Esto es posible, introduciendo sucesos que sirvan de chispa para iniciar el cambio.

Al hacer la entrevista, he comprobado que los pasos  para poner en marcha la innovación no tienen que seguir una secuencia fija. Como en este caso, la acción de innovar en el aula parte de reconocer el estado del alumnado, será difícil conectar con ellos si vienen del estrés que supone realizar un examen en la hora previa a nuestra materia. Pienso, que es fundamental crear grupos heterogéneos para trabajar las actividades y buscar la propia complicidad entre los alumnos.  Hacerles sentir que cuerpo y mente es todo uno. Buscar prácticas que permitan potenciar la iniciativa personal del alumno.

Para evaluar el progreso del alumno, tener clara consciencia de que lo verdaderamente importante es la mejora en cada uno. Saberse mantener firme en lo que uno cree y no en lo que los padres, Directores de Centro, u otros agentes que nos rodean nos digan, ya que a veces no nos permiten crecer en el proceso tan enriquecedor de enseñanza-aprendizaje. En este centro la innovación se ha  introducido paulatinamente, fruto de la reflexión del curso anterior.

Era de esperar, por una parte, la buena acogida de los padres y comunidades de etnias minoritarias a todo lo que supone la adaptación de las clases a las nuevas necesidades. Pero una no tan buena, al principio por lo menos, por parte del alumnado, ya que a veces son perezosos y temerosos al cambio. Sin embargo, hoy por hoy, la evaluación de esta experiencia es por parte de todos los agentes muy positiva.